Muchos de nosotros estamos luchando con sentimientos de confinamiento mientras nos refugiamos para evitar la propagación del coronavirus. Quedarnos en casa nos aleja de nuestras rutinas familiares.

Sin embargo, para algunos niños, permanecer en un hogar nunca ha sido parte de su rutina. La inestabilidad de las situaciones de vida fluidas y el cambio de cuidadores a una edad temprana puede provocar un trauma emocional.

Cuando descubrí cuántas veces Crystal se había mudado a la edad de solo 12 años, se me rompió el corazón. Solo podía imaginar lo difícil que debe haber sido para un niño pequeño adaptarse a tantos entornos nuevos. Cuando llegó a nuestra puerta, estaba claro que esta inestabilidad tenía un impacto. Era dolorosamente tímida y le costaba construir relaciones con alguien.

Los padres de Crystal todavía estaban en la escuela secundaria cuando ella nació. Cuando cumplió tres años, su padre ya no estaba presente, por lo que su madre se hizo cargo de ella. Pero la madre de Crystal era muy joven y sus prioridades a veces se confundían. A menudo dejaba a Crystal en la casa de su abuela y no regresaba durante días o incluso semanas.

La abuela de Crystal se dio cuenta de que su madre no podía cuidarla, por lo que finalmente Crystal se quedó allí todo el tiempo. Pero cuando Crystal tenía seis años, la salud de su abuela comenzó a decaer. Queriendo lo mejor para su Crystal, la envió a vivir con una tía al otro lado de la ciudad.

La tía de Crystal quería ayudar, pero como madre soltera con tres hijos propios, ya estaba luchando para llegar a fin de mes. Crystal vivió allí durante dos años, pero las cosas simplemente no funcionaban. Esta vez se fue a vivir con otra tía a otra parte de la ciudad.

En su nuevo entorno, Crystal encontró estabilidad. Tenía su propio dormitorio y su tía tenía un trabajo estable y podía cuidarla bien. Pero a medida que pasaba el tiempo, la tía de Crystal se preocupó por su bienestar emocional. Era muy callada y nunca parecía abrirse a nadie. Sus maestros tenían las mismas preocupaciones en la escuela y notaron que a Crystal le costaba hacer amigos.

La tía de Crystal hizo los arreglos para que ella viera a un terapeuta, pero ella continuó luchando para construir relaciones. Al explorar diferentes opciones para Crystal, su tía encontró el sitio web de Mercy Home. Estaba impresionada con los servicios terapéuticos y el hecho de que Crystal viviría con muchas otras chicas. Sin embargo, ella dudaba. Crystal ya se había mudado muchas veces en su corta vida y le preocupaba que mudarse una vez más agravara los problemas que ya estaba teniendo.

Pero después de reunirse con nuestros médicos de admisiones, la tía de Crystal sintió que Mercy Home era el entorno que su sobrina necesitaba para crecer.

Cuando Crystal llegó por primera vez, su autoestima era muy baja y evitaba socializar por completo. Cuando caminaba por el hogar, su cabeza siempre colgaba baja y nunca hizo contacto visual con nadie. Y aunque terminó el resto del año académico en su misma escuela, el otoño siguiente comenzó las clases en una nueva escuela.

Fue entonces cuando las cosas empezaron a cambiar para Crystal. Algunas de las niñas del Hogar ya asistían a su nueva escuela y ayudaron a presentar a Crystal. Participaron en actividades extracurriculares y alentaron a Crystal a participar también. Cuando se unió al consejo estudiantil, Crystal descubrió que le apasionaba la planificación de eventos. Le encanta ayudar a organizar los bailes escolares y las actividades para recaudar fondos.

Ahora, Crystal es mucho más sociable de lo que era cuando llegó. A través de la terapia familiar ha mejorado la relación con su tía y se siente mucho más cómoda cuando la visita los fines de semana.

En Mercy Home, ha encontrado la sensación de estabilidad y apoyo que le faltaba a su vida. Y aunque todavía no está segura de lo que quiere hacer después de graduarse de la escuela secundaria, tiene la confianza para lograr cualquier cosa que se proponga.