Las Palabras de Sabiduría son Verdaderas
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“No puedo correr ese riesgo.” Estas vacilaciones a menudo surgen de un miedo al compromiso, cuando nos cuesta dejar de lado nuestras dudas y aceptar plenamente el riesgo de la fe y la confianza en los demás.
Esa es una frase que escucho a menudo en mi día a día. De otros, e incluso de mí mismo. ¿Cuántas veces lo has pensado o te lo has dicho? No puedo arriesgarme a perdonarlo porque sé que volverá a suceder. No puedo arriesgarme porque no puedo confiar en él o ella. No puedo arriesgarme porque me haría vulnerable. No puedo arriesgarme porque podría perder en la situación. No puedo arriesgarme porque podría no ser perdonado a cambio.
Si eres como yo, quizás te imagines varios escenarios. Quizás decidas no arriesgarte, y al no hacerlo, nunca podrás avanzar. En el Evangelio del 23.er Domingo del Tiempo Ordinario, Jesús invita a sus discípulos a arriesgarse como discípulos suyos, pero si lo hacen, deben estar dispuestos a renunciar a muchas cosas y a sacrificarse y sufrir.
La marca de ropa deportiva Nike tiene un eslogan famoso: “Simplemente hazlo.” El Evangelio nos anima a arriesgarnos, a renunciar a nuestras posesiones y a tomar nuestras cruces si queremos ser discípulos de Jesús. En este pasaje del Evangelio, el discipulado no tiene término medio; es una cuestión de todo o nada. Y como dice el eslogan de Nike, si queremos ser discípulos de Jesús, tenemos que “simplemente hacerlo.”
Jesús es increíblemente honesto en su mensaje. Deja claro que nuestro compromiso con él debe ser tan importante y primordial en nuestras vidas como el de nuestros familiares. Si una persona no puede comprometerse con él, no está preparada y no puede seguir a Jesús como es debido. Él espera el máximo nivel de compromiso con él, como se daría a cualquier otra cosa en la vida de una persona. Es evidente que estas expectativas son increíblemente altas, pero no son imposibles.
En el pasaje evangélico de esta semana, no hay término medio para el discipulado: es una cuestión de todo o nada.
Al reunirnos durante este mes de septiembre para celebrar la Eucaristía, tomemos un momento para examinar nuestra mente y corazón, y recordemos que, así como Cristo lo dio todo por nosotros, nosotros también debemos hacer lo mismo por él. “No puedo arriesgarme” ya no puede ser una excusa. Sabemos lo que debemos hacer y debemos «simplemente hacerlo». Este es el camino de Jesús y de quienes desean seguir su camino.
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