La Humildad de Cristo

El acto de recordar está en el centro de este mes en la Iglesia Católica. Al celebrar la Pascua, recordamos la vida de Jesús y sabemos que está presente entre nosotros.

El mes comienza con la entrada de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos. La multitud que seguía a Jesús acababa de ver a un ciego sanado. Tal vez también esperaban que ocurrieran milagros adicionales en el camino. Pero Jesús estaba completamente enfocado en su entrada a la ciudad. Esta fue una escena de tremenda emoción cuando los seguidores arrojaron sus capas y ramas de palma para cubrir su camino. Jesús probablemente estaba inmerso en la multitud mientras los cánticos y vítores lo rodeaban. Tan conmovedores como los gritos de “¡Hosanna!” son, también son desgarradores cuando consideramos que Jesús pronto le pedirá a su Padre que lo salve de la misma multitud.

En la narración de la Pasión de Juan, Jesús es plenamente consciente y está a cargo de su destino mientras camina hacia el destino que le espera en el Calvario. Vemos elementos de esa intencionalidad cuando lava los pies de los apóstoles a propósito. Sabe que Judas ha cedido a la tentación de la traición y, sin embargo, su amor por sus discípulos se desborda. Elige emprender una tarea asignada al más humilde de los sirvientes. Esta tarea humillante presagia la muerte aún más humillante que Jesús sufrirá voluntariamente. Jesús está mostrando a sus amigos más cercanos no solo la necesidad de cuidarse unos a otros a través del servicio humilde, sino también la necesidad de dar sus vidas por los demás de la misma manera que lo hará cuando muera en la cruz.

Estas historias, por supuesto, nos llevan a esa silenciosa mañana de domingo cuando la luz del amanecer brilló en una tumba vacía. El Dios del asombro reservó su mejor revelación para el final: un hombre ha resucitado de entre los muertos.

Tres mujeres cansadas y asustadas viajaron a la tumba esa mañana. Era temprano y el aire aún estaba cargado de miedo y tristeza. Van a ungir el cuerpo de Jesús con especias aromáticas y en el camino discutieron quién quitaría la pesada piedra que bloquea la entrada a la tumba. Pero cuando llegan, ven que la piedra ya ha sido removida. El ángel en la tumba les dice “¡No tengan miedo!” sino a “Ve y dile…”

Entonces Jesús les dijo, “No tengan miedo. Vayan, digan a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán.”

– Mateo 28:10

Los eruditos nos dicen que el final original de este Evangelio fue que las mujeres estaban aterrorizadas y no dijeron nada a nadie. Reflexiona por un momento—¿cuántos de nosotros, dada la conmoción de la primera mañana de Pascua, podríamos entender tan rápidamente y estar listos para cantar “Aleluya?” Para los creyentes como nosotros que ya conocemos la gloria de la resurrección, este final nos pide que imaginemos el vacío, la conmoción y la confusión y que pensemos el evento de una manera diferente. Entonces podremos cantar “Aleluya” aún más sinceramente.

De parte de todos nosotros aquí en Mercy Home, te deseamos a tí y a tus seres queridos una Pascua muy bendecida, porque Cristo ha resucitado. ¡Aleluya!

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