Este mes marca el comienzo de la Cuaresma. Al reflexionar sobre las lecturas del Evangelio de este mes, me sorprende un pensamiento poderoso: a lo largo de la historia de la humanidad, ¡nunca ha habido nadie como Jesús! Las muchas historias del poder divino de Jesús, que usó de manera poderosa y rutinaria durante su tiempo en la tierra, son diferentes a cualquier otra cosa. Qué recordatorio tan notable de por qué los próximos 40 días nos brindan la preciosa oportunidad de crecer en nuestra relación con Dios. No hay mejor momento para profundizar nuestro compromiso con el Señor.

Cuando nos convertimos en Cristianos, se nos da una misión. No podría ser más claro: todo lo que decimos, todo lo que hacemos, debe ser en nombre de Cristo. El mundo lo conocerá por nuestras acciones.

Es especialmente importante recordar esto durante la temporada de Cuaresma. La Biblia nos recuerda lo que no debemos hacer – actuar como hipócritas. No actúes piadosamente por el bien de los demás y su exaltación. En cambio, es mejor que ore, ayune o dé limosna en secreto. El Señor ve esto y te lo pagará. Jesús nos pide acciones sinceras y nada más. Para agradar a Dios, solo debe realizar sus actos religiosos para él.

“El mundo lo conocerá Cristo debido a nuestras acciones”.

El crecimiento espiritual suele ser el resultado de cambios internos que tienen lugar al hacer buenas obras en lugar de cualquier cosa que hacemos externamente. Hacer buenas obras es importante, la razón por la que las hacemos es aún más importante. Nuestra humildad da lugar a la humildad de los demás, por lo que primero debemos quitar cualquier viga de nuestro propio ojo.

La Cuaresma de este año es la oportunidad perfecta para reflexionar sobre nuestros propios patrones, orar más a menudo, experimentar el dolor de lo que hemos hecho y no hacer, y dar generosamente a los necesitados.